Los Guanches de Tenerife y la conquista de Canarias

Los Guanches de Tenerife y la conquista de Canarias, comedia famosa original de Lope de Vega bajo la dirección de Jesús Román. Una obra inédita nunca antes representada en los escenarios en el Teatro Fígaro de Madrid. Para disfrutar del verso de Lope, para ser conscientes de que, pese a los siglos, los tiempos no han cambiado demasiado y siempre hubo y habrá personajes miserables, héroes cotidianos y, sí, gentes que por amor serán capaces, casi, de cualquier cosa. Una mirada muy actual con un texto que merece sin duda ser recordado y llevado de nuevo al teatro.

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SINOPSIS Los Guanches de Tenerife y la conquista de Canarias:

La definitiva conquista de Tenerife por las tropas castellanas en 1496 supuso, en cierta manera, un preámbulo a lo que poco tiempo después sucedería en el continente americano. Entendemos que esos hechos históricos que conllevaban el descubrimiento de tierras, gentes y modos de vida desconocidas tuvieron que suponer en la península no solo una novedad sino una auténtica conmoción. Sin embargo, el lector y espectador actual no suele recordar muchos textos famosos del Siglo de Oro sobre la conquista de Canarias o la de América. Cierto es que Lope, en esta ocasión como en tantas otras, fue original y ágil escribiendo varias obras sobre esa temática, bien es cierto que ninguna se ha representado muchas veces y, desde luego, apenas son conocidas por el gran público.

Es el caso de esta comedia ‘famosa’ cuya última representación fue en la propia isla de Tenerife en 1962 a cargo de la compañía Lope de Vega con la dirección de José Tamayo. Tratándose de un texto de Lope, ya hay motivo suficiente para volver a llevarla a los escenarios. Pero es que además ‘Los guanches de Tenerife’ tiene una serie de aspectos que la hacen muy interesante. Citemos algunos como la inclusión en el texto original de una letra para ser cantada con música canaria (recientemente recuperada y grabada con la colaboración del ICCMU).

También el tono desenfadado y levemente erótico de algunos de sus fragmentos que consigue que el final de la obra sea un canto al amor ‘que todo lo arregla’ por encima de las luchas y violencias. Hay que reseñar obligatoriamente una crítica velada pero clara a lo que ahora llamaríamos el ‘imperialismo’ de los conquistadores y el ansia de riquezas de alguno de ellos mal disimulada como un noble afán civilizador. El texto, y esto lo hace bien moderno, es un sorprendente signo de consideración y reconocimiento hacia los ‘bárbaros’.

Así, cabe afirmar que ‘Los guanches de Tenerife’ es un auténtico canto ‘al buen salvaje’ en el que Lope se adhiere a una línea de pensamiento que estuvo bien extendida en la España de los siglos XV y XVI, en una línea claramente adelantada a Rousseau y a otros filósofos posteriores que se llevaron, sin embargo, la fama.

En fin, todo ello hace de esta obra un texto que merece sin duda ser recordado y llevado de nuevo al teatro. Para disfrutar del verso de Lope, para ser conscientes de que, pese a los siglos, los tiempos no han cambiado demasiado y siempre hubo y habrá personajes miserables, héroes cotidianos y, sí, gentes que por amor serán capaces de, casi, cualquier cosa.

En la obra, conquistadores castellanos, al mando del general don Alonso de Lugo, vuelven a Tenerife con ánimo de conquistar la isla para la corona. El capitán Castillo sale a explorar la isla y allí encuentra a la hija del Mencey Bencomo, la princesa Dácil. Surge el amor, pese a pertenecer a pueblos enemigos, y el alma del valiente soldado queda prendida del cuerpo de la princesa haciendo imposible el olvido.

Llega la batalla y los castellanos son derrotados en la terrible matanza de Acentejo. Castillo queda herido en la isla, cuidado y protegido por Dácil a quien se promete y jura su amor y lealtad ante una peña. Mientras, unos pastores descubran en una cueva a una extraña mujer con un niño en brazos y una candela en su mano. Extraños sucesos se producen… Tiempo después, regresan los españoles y esta vez vencen a los guanches, reencontrándose Castillo y sus compañeros conquistadores. El rey Bencomo se rinde ante don Alonso y el capitán Castillo, ya entre los triunfadores, ha olvidado su promesa de matrimonio con la princesa, quien se la reclama. Entonces, aparece la imagen de la Virgen de la Candelaria (escondida en la cueva donde los pastores guanches ya la adoran) y se obra el doble milagro: vence el amor y los dos pueblos se funden en uno solo sin esclavos ni conquistadores.

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